jueves, 13 de enero de 2011

Vientos de Libertad

Finalizaban los 90 cuando el programa de Alas y Raíces a los niños, coordinado con el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, trajo a la capital de Tamaulipas un curso para promotores de lectura a cargo de Ana Arenzana y Vivian Trión. Entre las asistentes había una mujer joven y sonriente. Usaba pantalón de mezclilla y a veces vestido. Recuerdo en particular uno en verde vibrante que iluminaba su rostro cuando nos dijo su edad. Sus años parecían más verdes de lo que en realidad... quizá la sonrisa sea el secreto de la juventud, pensé.
La segunda ocasión que la vi, ella estaba rodeada de plantas, amigos y letras. Había invitado a Alejandro Aura a Ciudad Victoria quien entonces desde lo oficial promovía la cultura en el D.F. Yo me enteré por la radio y de esa manera es como estuve presente en la fundación del Club de Lectura Las Aureolas en la capital del estado.
Por entonces viajaba con mi primer proyecto de taller de poesía para niños. Las veces que coincidí en la ciudad, asistí a leer en aquel vivero que marcaba un cálido contrapunto entre el boulevard y el centro comercial. Como obtuve un estímulo nacional para continuar acercando a la niñez y la poesía, y como el ITCA nunca se distinguió por apoyar a los creadores y promotores del estado, busqué a Libby. Esa tarde, ella acomodaba macetas y manteles, creaba un ambiente para la celebración en el Club Campestre del 15 de septiembre. Mientras estiraba con su mano las arrugas que el aire había levantado sobre las manteletas e indicaba con el índice la posición de las plantas, me escuchaba. Así dos de los talleres que impartí consiguieron espacio en escuelas y se coordinaron con Las Aureolas.
Hace unos días encontré un separador de lectura que sirvió también para invitar a la presentación de dos de los libros de la colección Papeles de la Mar desde la Orilla realizada por la UAT. Libertad García presentó en la Sala Juan Fidel Zorrilla una plaquette de narrativa de Beatriz Bonfil, quien por entonces trabajaba en un archivo de documentos oficiales y también el poemario Costumbre de vivir de una servidora.
Tiempo después nos topamos en el super, le dije que entre la crianza y las letras, las horas escasamente me rendían, había dejado de viajar y llevaba dos niñas en el carrito de la despensa. Ella sonrió y dijo, ya pasé por ahí.
Otra vez, hace muy poco, nos encontramos en el cementerio acompañando a Trini en su despedida al maestro Pedro Banda. Luego, con su presencia le dimos clausura al encuentro de escritores Los Santos Días de la Poesía, allá en Padilla.

Sonrió también cuando aceptó a dictamen la obra colectiva Aquella Voz que germina y cuando dijo que no podría asistir a la presentación porque iría junto a una de sus hijas al hospital para recibir un nieto más. Sonreí y pensé, espero pasar por ahí. También pensé que Narcisa Cabriales, la bisabuela, estaría contenta de la llegada de un miembro más a esta familia que ha sido sensible al arte y la cultura.
Esta remembranza pudiera levantar la conjetura de que Libertad y yo somos amigas, pero no es así y mucho menos lo contrario. Más bien quiero contar cómo una mujer está comprometida con el arte y los creadores tamaulipecos. Cómo es que antes de ser funcionaria de cultura, ya muchos teníamos algo por qué agradecerle su hombro, su entrega, y por qué entre tanta noticia perturbadora estamos tranquilos con su nombramiento.
Columna publicada en el periódico Expreso de Cd. Victoria y La Razón de Tampico.
 Portales electrónicos: Gaceta.mx y La Región Tamaulipas.
publicado el 13 de enero del 2011

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