viernes, 5 de noviembre de 2010

El FIT: su telón cerrado

No sé a quién se le ocurrió invitar a Celso Piña al Festival Internacional Tamaulipas, no sé quién decidió que la función fuera sin costo. Pero celebro su buen juicio y determinación.
Cierto que la tocada hubiera estado mejor en una explana abierta, pero el escenario del teatro en el Centro Cultural le otorgó su justo valor artístico al músico regiomontano y a su público.
Hubo muchos asientos vacíos esa noche, y afuera muchos quienes se sintieron cohibidos de exigir su derecho a disfrutar la fiesta. Al llegar al acceso y no tener boleto, se perdieron la función. Yo tampoco traía pase, aclaro, aunque di tres vueltas a la taquilla a distintas horas del domingo, la ventanilla no se abrió. Ni una sola explicación para quienes deseábamos asistir.
Pero quizá como las mujeres y los niños siempre van primero, a esta Eva con sus crías no le negaron la entrada. Sin embargo, el ingreso no fue por el atrio, las puertas del frente siempre se mantuvieron cerradas. Igual que los chavos de la Moderna, la Modelo, la Bertha del Avellano y otras colonias, hicimos fila para entrar por un costado del inmueble luego de pasar por el detector de metales.
Adentro, las luces se mantuvieron apagadas hasta el inicio del concierto. Ninguna autoridad presidió la gala de cumbia, ni siquiera el Director del ITCA.
Si alguien creyó que el Embajador del Cerro de la Campana haría una exposición de su ritmo desde el centro del escenario y nos mostraría la evolución que ha tenido su híbrida propuesta musical, convertida ahora en un fenómeno de masas, objeto de culto, ícono que tiende puentes entre lo popular y lo extraordinario. Si alguien creyó eso, era por que desconocía a Celso como la leyenda del vallenato más mexicano, quien un día adoptó un acordeón y lo domesticó por puro instinto hasta convertirse en el rey que lo mismo toca en Palacio Nacional, musicaliza escenas de películas internacionales o va por los foros del mundo sin pose ni almidón, pero sobre todo, se mantiene como el rebelde que no interpreta una lista de canciones obligadas si no lo que el público pida para vibrar juntos.
Celso aguantó el Poder de su cumbia con formalidad en la apertura, pero sabía que el auditorio estaba inhibido por la alfombra, el telón de terciopelo, el espacio de los asientos, los demasiados guardias bien pertrechados por todos los pasillos y balcones. ¿Cómo se supone que voy a bajar con todos? preguntó… tuvieron que instalar en medio del espectáculo las escaleras… acción que fue celebrada con más de un grito machín que él mismo motivó.
Luego al mismo nivel que sus admiradores, movió el acordeón, los muchachos se sintieron libres y corrieron por los pasillos, rodearon al interprete bajo el escenario y no dejaron de moverse, de gozar, de recordarnos a los simples espectantes de butaca que el arte es una expresión vital.
“El Amalia ha perdido la virginidad” me dijo excitado uno de los presentes. Sí. El Amalia es más teatro a partir de esa noche y el festival cultural más de todos los tamaulipecos.
Un día después en el mismo recinto, los mariachis callaron. Fernando de la Mora cerró con su Canto a la concordia, el telón del decimosegundo Festival Internacional Tamaulipas desde la capital. Por cierto, la emoción era tanta que olvidó en más de una ocasión la letra de los mexicanísimos temas de nuestro país y le compuso sobre la marcha. El presidente del corazón de Tamaulipas no pudo disimular sus bostezos. ¡El evento duró más de dos horas y sin intermedio!

El tenor lució el don de su educada voz, su espléndida sonrisa, y tres cambios de vestuario. Se hizo acompañar de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Mariachi Gama Mil, el pianista Gonzalo Romeu y su Quinteto.
Aunque cantó dos veces El mil amores, habría quedado mejor con los victorenses que lo hemos recibido en otras ocasiones en el Centro Cultural, si hubiera entonado la composición de Tomás Guillén Ríos que dice: “…Victoria se llama tierra de huapango, donde no hay alarde de ser valentón, si buscan encuentran...” pero nos dejó con las ganas. Será en la próxima.
A partir de aquí confiamos, Ingeniero Egidio, en que ayude a consolidar esta tradición que nos hace crecer y dignifica “…y siga el fandango, así somos todos, puro corazón.”


Eva sin paraíso: columna publicada en el Expreso de Cd. Victoria
Imágenes tomadas de Internet

1 comentario:

  1. ASÍ LLEGÓ AL BUSÓN:

    Baez Diaz Cesar Augusto :

    YA ME HABIAN PLATICADO DE LOS DOS EVENTOS...PERO NO DE LA FORMA TAN INTERESANTE QUE LO HACES...SALUDOS...

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