domingo, 9 de mayo de 2010

La mejor escuela para nuestros hijos


Aprendemos siempre. De las personas cercanas, los medios de comunicación, la iglesia, la naturaleza. El aprendizaje no sólo se da en los centros educativos sino es un proceso que inicia con el nacimiento y concluye con el último de nuestros días. Se han desarrollado investigaciones para demostrar que generalmente, de los conocimientos vistos en clase, los alumnos sólo asimilan aquellos para los cuales tenían una actitud marcada quizá desde el útero, desde el arrullo, desde los primeros pasos hasta llegar a la escuela, al mundo.
En un sentido estricto, los maestros –algunos con verdadera vocación- son educadores a sueldo que pasan un corto período a cargo de la enseñanza de algunas competencias de índole más bien técnicas para la vida. Los padres y la familia, en cambio, somos la influencia perenne en los días de nuestros hijos.
La familia, esa organización nuclear de la sociedad, tiene objetivos y metas definidas hacia su interior, aunque muchas de las veces no de manera explícita. Es decir, lo reconozcamos o no, el núcleo familiar es un sistema en sí mismo, expuesto a una serie de elementos externos pero con procesos internos y necesidades propias, que ya en conjunto aportan a los seres humanos los sustentos para desarrollarse en la vida.
Existen diferentes tipos de abusos que los adultos inflingimos a los niños. El abuso físico tiene que ver con los golpes o la violencia impuesta en el cuerpo de un menor. El abuso mental o psicológico se manifiesta cuando se insulta, critica, ridiculiza, amenaza o asusta a los niños. Pero existe un tercer tipo de lo más común y silencioso, al que se le ha denominado abuso pasivo, el cual consiste en no proporcionar la atención, la comida, el refugio o la ropa necesaria para su sano crecimiento.  En otras  palabras,  también estamos abusando  de nuestros hijos cuando nos portamos indiferentes y no favorecemos aprendizajes que desarrollen su potencial humano.
Gestionar de manera activa y consciente la educación desde casa, puede ser la oportunidad de reinventar la manera de ser familia. Es decir, asumir más nuestro rol como primera y permanente influencia en la formación de nuestros hijos, ya que todas nuestras acciones, incluidas  la negación, el rechazo o  la no actuación, van dejando huellas indelebles en el proceso educativo individual y social.
A partir de estos días inició en nuestro país, la Semana Nacional de Evaluación  del Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), por eso independientemente de nuestro papel como profesor, alumno o padre de familia, si seguimos haciendo las cosas de la misma manera, llegaremos sin duda a los mismos o peores resultados.
Si queremos un cambio, necesariamente debemos reflexionar a cerca de nuestra actuación y su importancia. No hay mejor escuela para nuestros hijos que la que inicia desde casa. 

Eva sin paraíso: columna, publicada en la razón de Tampico el jueves 21 de mayo 2010. 
Imagen tomada de la red

1 comentario:

  1. ASILLEGÓ AL BUZÓN:

    Magnífico tema, nunca demasiado reflexionado -y actuado en consecuencia-, gracias por permitirme leerlo.

    Como madre de más de cuatro, sé que lo expresado en tu columna es cierto. pero también sé que, en aparente igualdad de condiciones, cada uno aprovechó la parcela que se acomodó mejor a sus intereses y capacidades. ya lo señalas en el inicio de tu texto, a más de que nunca el trato a un hijo es igual al que damos a otro por más que lo pretendamos.Influyen muchos factores: lugar que ocupa en la numeración de vástagos, edad de los padres (que afecta su madurez, experiencia y energía disponible), identificación en mayor o menor grado con cada uno por semejanzas físicas o intereses comunes son ejemplo de dichos factores.

    Con hijos cumpliendo los 50 años puedo decirte que educarlos es una tarea nunca concluida, jamás del todo satisfactoria pero que nos puede proporcionar muchas alegrías, así como algunos quebraderos de cabeza.

    Desde mi maternidad casi fosilizada, deseo a la tuya en plena acción y vitalidad, la mejor de las suertes. Me agrada mucho que, además, intentes mover las conciencias en favor de los niños. Un abrazo a los cuatro.

    Beatriz Bonfil

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