Aprendemos
siempre. De las personas cercanas, los medios de comunicación, la iglesia, la
naturaleza. El aprendizaje no sólo se da en los centros educativos sino es un
proceso que inicia con el nacimiento y concluye con el último de nuestros días.
Se han desarrollado investigaciones para demostrar que generalmente, de los
conocimientos vistos en clase, los alumnos sólo asimilan aquellos para los
cuales tenían una actitud marcada quizá desde el útero, desde el arrullo, desde
los primeros pasos hasta llegar a la escuela, al mundo.
En un sentido estricto, los maestros –algunos con verdadera
vocación- son educadores a sueldo que pasan un corto período a cargo de la
enseñanza de algunas competencias de índole más bien técnicas para la vida. Los
padres y la familia, en cambio, somos la influencia perenne en los días de
nuestros hijos.
La familia, esa organización nuclear de la sociedad, tiene
objetivos y metas definidas hacia su interior, aunque muchas de las veces no de
manera explícita. Es decir, lo reconozcamos o no, el núcleo familiar es un
sistema en sí mismo, expuesto a una serie de elementos externos pero con
procesos internos y necesidades propias, que ya en conjunto aportan a los seres
humanos los sustentos para desarrollarse en la vida.
Existen
diferentes tipos de abusos que los adultos inflingimos a los niños. El abuso
físico tiene que ver con los golpes o la violencia impuesta en el cuerpo de un
menor. El abuso mental o psicológico se manifiesta cuando se insulta, critica,
ridiculiza, amenaza o asusta a los niños. Pero existe un tercer tipo de lo más
común y silencioso, al que se le ha denominado abuso pasivo, el cual consiste
en no proporcionar la atención, la comida, el refugio o la ropa necesaria para
su sano crecimiento. En otras palabras,
también estamos abusando de
nuestros hijos cuando nos portamos indiferentes y no favorecemos aprendizajes
que desarrollen su potencial humano.
Gestionar de manera activa y consciente
la educación desde casa, puede ser la oportunidad de reinventar la manera de ser
familia. Es decir, asumir más nuestro rol como primera y permanente influencia
en la formación de nuestros hijos, ya que todas nuestras acciones,
incluidas la negación, el rechazo o la no actuación, van dejando huellas
indelebles en el proceso educativo individual y social.
A partir de estos
días inició en nuestro país, la Semana Nacional de
Evaluación del Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE), por
eso independientemente de nuestro papel como profesor, alumno o padre de
familia, si seguimos haciendo las cosas de la misma manera, llegaremos sin duda
a los mismos o peores resultados.
Si queremos
un cambio, necesariamente debemos reflexionar a cerca de nuestra actuación y su
importancia. No hay mejor escuela para nuestros hijos que la que inicia desde
casa.
ASILLEGÓ AL BUZÓN:
ResponderEliminarMagnífico tema, nunca demasiado reflexionado -y actuado en consecuencia-, gracias por permitirme leerlo.
Como madre de más de cuatro, sé que lo expresado en tu columna es cierto. pero también sé que, en aparente igualdad de condiciones, cada uno aprovechó la parcela que se acomodó mejor a sus intereses y capacidades. ya lo señalas en el inicio de tu texto, a más de que nunca el trato a un hijo es igual al que damos a otro por más que lo pretendamos.Influyen muchos factores: lugar que ocupa en la numeración de vástagos, edad de los padres (que afecta su madurez, experiencia y energía disponible), identificación en mayor o menor grado con cada uno por semejanzas físicas o intereses comunes son ejemplo de dichos factores.
Con hijos cumpliendo los 50 años puedo decirte que educarlos es una tarea nunca concluida, jamás del todo satisfactoria pero que nos puede proporcionar muchas alegrías, así como algunos quebraderos de cabeza.
Desde mi maternidad casi fosilizada, deseo a la tuya en plena acción y vitalidad, la mejor de las suertes. Me agrada mucho que, además, intentes mover las conciencias en favor de los niños. Un abrazo a los cuatro.
Beatriz Bonfil