Los abarrotes los comprábamos en el mercado. Bajábamos a pie por la pendiente de la calle Olmos donde los puesteros exhibían la artesanía del mar. Aún con lluvia ella evitaba usar las escaleras que eran el corredor de putillas baratas y fodongas, quienes al descuido mostraban los tirantes nejos y retorcidos del brassiere. Llegábamos hasta al mostrador de un comercio y mi mamá entregaba la lista a un solicito dependiente: ¿Qué anda llevando señito? Luego esperábamos al igual que los otros clientes a que ésta se surtiera, para ello el empleado siguiendo el pedido, subía y bajaba, con ayuda de una escalera de madera a las repisas e iba acomodando la comisaria frente a nosotros mientras confirmaba: dos barras de jabón Lirio, un litro de Pinol, una caja de cereal …¿De cuánto la quiere? Orita no más tenemos la mediana… y así sucesivamente. Al término, luego de preguntar que si no hacía falta nada más, daba un silbido y desde nuestro lugar le dictaba a un hombre los productos y éste iba anotando los precios en un papel de estraza, sumaba con el mismo bicolor que regresaba a su oreja al momento de entregar al mozo la cuenta, que a su vez llegaría a manos de mi madre para revisarla. Luego del pago, la pregunta era… ¿Una o dos cajas? Y según ella ordenara, se colocaba la despensa en los empaques rehusados de cartón y yo corría por el pasillo, seguida por la mirada de mi mamá para llamarle a un cargador que acomodaba la compra en un diablito y nos encaminaba hasta el transporte.
Eran los setentas y lo de la crisis ambiental por el cambio climático y la contaminación se vislumbraba como problema mayor de otra era. La creación del Programa Internacional de Educación Ambiental (PIEA) propuesto por la Unesco data del 75, esos tiempos en nuestro país aún de mercados, de alcatraces de papel, de bolsas de plástico personales, de cajas que se reciclaban… no era imperativa la conciencia ciudadana para actuar con responsabilidad desde el doméstico proceder.
Se estima que la vida de una bolsa plástica, de esas que ahora nos entregan cuando compramos, es de mil años, luego se desintegrará en pequeñas partículas tóxicas que degradan nuestro planeta. Las autoridades tienen la obligación de establecer regulaciones para resolver el problema de contaminación, y a propósito de esto, el próximo 26 de enero será el Día Mundial de la Educación Ambiental y más que discursos necesitamos acciones. Me encantaría ver en la prensa, las fotografías de nuestras primeras damas de todo el país, saliendo del super usando sus propias bolsas permanentes y motivando a las otras Evas a que prescindan en lo posible del exceso de plástico. Bueno, los implantes de silicona son otra historia.
Posdata de las medidas para disminuir el uso de bolsas plásticas: Otros pueblos y otros gobiernos del mundo más ocupados que el nuestro, ya han puesto en práctica soluciones que bien podríamos adoptar.-
· Taiwán no permite a los supermercados su suministro gratuito.
· Nueva York ha impuesto a los grandes almacenes y cadenas la obligación de recolectarlas y reciclarlas.
· China prohibió la manufactura de las típicas bolsas de mercado y exhorta a los ciudadanos para que “retornen a las bolsas de tela y los canastos para mercar”.
· Irlanda estableció un impuesto que disminuyó su consumo en un 90 por ciento.
Eva sin paraíso: columna en el Expresso, publicado en Cd. Victoria el lunes 19 de Enero 2009
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