domingo, 2 de noviembre de 2008

In memoriam




Los últimos días de octubre me vienen con el recuerdo de Gumaro: Era 2004, era Letras en el Golfo y nos fuímos a Tampico. Cuando regresamos él ya no estaba. Inicia Noviembre y es tradición recordar a nuestros muertos. Él es hasta hoy mi difunto doloroso conocido. Se han ido personas amadas pero el que Gumaro no llegara a 35 y su partida fuera tan penosa aún me lastima.
Del diario personal de entonces:
Fuimos a casa de la suegra de Gumaro. Fuimos a darle el pésame a su viuda. Licha estaba tranquila. Había sepultado ya a Gumaro, luego de que éste padeciera una serie de desasosiegos y quebrantos que le infringió un riñón.
Diálisis, medicamento, transplante, catéter se habían convertido en parte de su vocabulario cotidiano, su esperanza, su manera de estar y ser. Pero hay fronteras que nunca se cruzan. Gumaro no brincó la línea que le había trazado su camino al camposanto . Ahí descansa ahora.
Estos días ha llovido. Y yo más allá de la idea romántica de las nubes llorándolo, me estremezco de imaginar su fosa anegada. ¿Qué hay allá abajo? ¿Qué queda? El agua corroyéndolo, disemina sus restos materiales. Aquello que aún es. ¿A dónde va Gumaro en esas lágrimas celestes que más que hundirle buscan ponerlo a flote?
Tengo su risa intacta festejándome en la memoria.

Fotografìa de Celeste Alba Iris para el libro de todos los días

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