De ahí en fuera nada que justifique el gen deportivo de Gracia.
Heredó sin duda, la enegía inagotable de su papá y el carácter obsesivo de su madre. Quizá alguna hada le otorgó ese don kinésico. Todo este coctel por sus venas la define.
A los seis meses se puso en pie, a los ocho caminó. Eso le permitió debutar como madrina de pétalos al año. Aprendió letras y números representándolos con su cuerpo. Brinca de emoción, baila mientras come, y entrena desde los cuatro años.
A sus ocho, me levanta a las 6 de mis cómodas madrugadas de verano para entregarla a las 7 en el gimnasio, recogerla a las 12. Llevarla nuevamente a las 2, pasar por ella a las 4. Y ya saliendo la tarde, a nadar de 7 a 8.
Termino exhausta.
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