sábado, 10 de diciembre de 2011

Ofrenda a Graciela González Blackaller

Por Celeste Alba Iris               
Mientras revisaba mi texto en la pantalla de la computadora me acordé de ella. No había en apariencia nada que se relacionara con su obra o persona, pero ahí estaba su recuerdo nítido. Será que hace tanto que no he visto a Chelita, pensé, iré a verle uno de estos días.
Horas más tarde me notificaron con una llamada telefónica su deceso.
Adela Graciela González Blackaller, a quien muchos llamaban afectuosamente maestra Chelita, no fue mi maestra y sin embargo aprendí de ella más de una lección, hasta en su despedida.
 Chela fue mi compañera de letras, yo tenía 20 y pocos años cuando le conocí. Nunca le pregunté su edad. No hizo falta. Se teñía el cabello, usaba gafas, su rostro se marcaba en pliegues al sonreír y el dorso de sus manos ya estaba salpicado de pecas. Su cuerpo era el de una mujer madura y sin embargo, ella era una joven escritora, una criatura atemporal. Lo digo porque luego tuve 30, 40, y seguí conviviendo con ella como la primera vez; mientras Chelita tenía nuevos amigos de veintitantos y los de antaño aún vigentes.
Graciela González Blackaller tuvo la fuerza para deconstuirse, para ser una voz que se afirmaba a través de sus ocho distintos libros publicados. Y no sólo eso, Chelita fomentó la formación de nuevos escritores, lo hizo de manera institucional en un principio y luego desde la sala de su casa en donde recibía cada sábado a quien estuviera dispuesto a las palabras.
Con Chela hubo cursos, talleres, conferencias, lecturas, dictámenes… hubo charlas largas y mucha risa. Recuerdo a Eraclio Zepeda, comentando uno de sus cuentos y subrayando la fina ironía de su narrativa que no incomoda. Graciela dice verdades y arranca sonrisas a un tiempo, eso además de talento requiere cierto dominio literario y del espíritu. También hubo distancia o algo parecido a eso. Me dediqué a ser madre, y ella lo entendió. Soy de mis hijas, mis letras y mi casa, le dije. Ella supo a lo que me refería pues ya era bisabuela, abuela y madre, pero sobre todo porque su tiempo de asumirse como escritora, llegó muy cercano a los cincuenta años de vida.
El martes 15 de noviembre, Graciela González Blackaller tuvo un homenaje póstumo. El féretro al centro, sus familiares y amigos acompañándola. Ha sido hasta hoy, la más cálida ceremonia luctuosa a la que he asistido. Estuvimos con Chela leyendo su obra, compartiendo memorias de la historia que escribimos juntos. Aún así, en su sueño perenne, nos hizo sonreír. Descansa en paz maestra Chelita, tus letras te mantienen viva y cercana para siempre.  
Posdata a manera de ofrenda: Los Santos Días de la Poesía es un movimiento literario que ha apostado por la [re]construcción del panorama literario tamaulipeco. El trabajo poético de Graciela González Blackaller ha sido reconocido y estudiado a través de los coloquios llevados a cabo dentro el encuentro de escritores en 2010 y 2011. Como homenaje a la obra de Graciela, se inaugurará el sitio electrónico Verbigracia. Invitamos a todos aquellos que decidan comentar sus poemas o cuentos, así como compartir textos y fotografías que se comuniquen a: lossantosdiasdelapoesia@gmail.com

Columna publicada en el periódico Expreso de Cd. Victoria y La Razón de Tampico, Tamaulipas.
 Portales electrónicos: Gaceta.mx y La Región Tamaulipas.

2 comentarios:

  1. ASÍ LLEGÓ AL BUZÓN:

    Hermosa crónica de amistad y compañerismo, justo haomenaje a quien fue (y es) todo un personaje de las letras tamaulipecas, que no se conformó con sólo ser, sino que tuvo el generoso impulso de dar. Me alegra, como bien dices sigue provocando sonrisas,
    saber como se desenvolvió su sepelio, cuanta gente acudió porque la quería-

    Me sorprende un poco saber que publicó después de los 50 y me identifico con ella pues empecé a asistir a talleres, trabajar en serio mis textos y hacer las contadas publicaciones que logré, después de esa edad. Curiosa coincidencia motivada seguramente por la misma causa: atender a una familia como prioridad. Según entiendo, ella, además, trabajó como maestra desde muy joven, y yo me inicié laboralmente después del medio siglo. Creí que como maestra de Literatura, Chelita escribía y publicaba desde la juventud.

    El hecho es que se nos fue, que ya no se escucharán sus alegres comentarios, que no veremos su mirada pícara y divertida, pero podremos seguir leyendo su alma en los libros que nos dejó como herencia. Maravillosa iniciativa de la página. mañana entraré para contribuir al homenaje.

    Gracias celeste.

    Beatriz Bonfil

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  2. ASÍ LLEGÓ AL BUZÓN:

    Muy bello texto, fue el que leíste en el funeral verdad?
    Abrazos que reconocen talentos

    Libertad García

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