domingo, 8 de noviembre de 2009

Seis gimnastas por un sueño

Desde hace una década, festejo junto a ella cada otoño. Ella cumple años, yo en cambio, celebro mi propia fundación en aquellos enormes y redondos ojos, el dejarme sostener desde el índice por su puño.
Nos conocimos una tarde de Octubre. Lloró breves momentos: la inauguración del aire en los pulmones, el desprendimiento -como
gajo maduro- de la misma pulpa que fuimos.
Luego, el territorio cotidiano se pobló con su nombre. Pero esta noche mientras contemplo el teléfono, la recuerdo como si su ausencia viniera de otros tiempos futuros.
El día comenzó muy temprano. Alcanzar las nubes no fue difícil; salimos de la cama, nos vestimos de prisa para llegar al aeropuerto. Su entusiasmo elevó el vuelo, y yo la acompañé el trayecto com
pleto en el asiento de a lado.
Se preparó pa
ra el frío usando calentadores en sus piernas, sobre su leotardo y short de lycra, un pants blanco. Alisó muy bien el cabello con agua y cepillo, enredó su chongo con una liga gruesa. Me descubrió a través del espejo, con esa mirada redonda, contemplando su ritual de iniciación.
Cuando fui niña, pasé al foro muchos lunes a decir el juramento a la bandera, también pronuncié discursos a los héroes y algunos poemas. Gané un concurso de oratoria en mi zona escolar. Otro más e iría a saludar al gobernador, dos más y al presidente de la república. Pero no quise estar lejos de casa, y me dejé vencer sin decirle a nadie que en realidad yo no quería ganar una distancia. En cambio ella me dijo, que se iría como otras ya se han ido, estaría interna para estar con las mejores, viajaría por el mundo, haría su rutina para triunfar haciendo lo que le gusta. Sí vas te harán comer acelgas, le dije, así que sin remilgos comienza a comértelas desde hoy. Me creyó a medias y no las probó.
Lo que si, es que insiste cada tarde entrenar a pesar: de sus pies valgos, el poco crédito en flexibilidad, sus horas de juego, los dolores musculares, la tarea de su escuela, esta torpeza mía para la adulación de sus mentores, el costo de los implementos deportivos, las deficientes instalaciones para el desarrollo de la disciplina, el espacio cada vez más reducido para las gimnastas de rítmica que deja el Parque Siglo XXI.
Nunca antes pasó una noche fuera de los techos familiares, pero la invitaron y allá está ahora, asomándose al universo del alto rendimiento.
Este tiempo juntas, ha sido de crecer. Ella se estira en busca del sol, se desdobla; y a mi eso de las distancias, las alturas, se me da poco, lo mismo que el ejercicio. Si acaso, abro los libros, extiendo las hojas, brinco por los renglones, hago girar ideas, corro detrás de un significado.
Pero ahora espero el timbre de su voz, de su llamada, mientras los minutos se evaporan en el cause anodino para ser colonizados por su palabra. ¿Cómo estás? Le pregunto. Muy a gusto, pero lo mejor es que no te obligan ni con las acelgas ni las espinacas.

POSDATA DEL SUEÑO QUE COMIENZA.- Unos días atrás, leía un artículo escrito en 1896 por Amado Nervo, en el cual se preguntaba el costo para México de una pianista virtuosa. El siglo XIX, al parecer dio más de una. Sin tradición gimnástica en nuestro país ¿cuánto nos llevará conseguir una virtuosa en esta disciplina? El reto continúa. Por lo pronto desde el jueves 29 de octubre al lunes 2 de noviembre, 6 gimnastas de la Escuela Rítmica Victoria, apuestan por ese proyecto con su breve estancia en el Centro Nacional de Alto Rendimiento (CNAR). Los padres, las entrenadoras y las niñas, buscan que Tamaulipas avance. Ojala sus aspiraciones sean compartidas, fomentadas, por quienes hacen el deporte desde el escritorio.
Eva sin paraíso: columna en el Expresso, publicado el lunes 2 de Noviembre 2009.
Fotografìa Elena Terán

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