Invitada por la Comisión Organizadora para la Conmemoración de los Centenarios de la Independencia y Revolución Mexicana en nuestro estado, la escritora Cristina Rivera Garza, coordinó el pasado mes de junio, el Taller de Ficción Histórica Desde Abajo, con el cual reunió en sus jornadas a más de dieciséis interesados en la literatura, la historia y el arte, con el objeto de hacer reflexión acerca de lo que llamó la nueva novela histórica.
Nada de novela como agencia de viaje, como paseo didáctico o ilustrativo por nuestras avenidas del ayer, si no más bien investigación pasada por el cedazo de las estructuras del lenguaje, un discurso en liga estrecha con los documentos del pasado que nos implique como lectores.
La historia para algunos es ese período de tiempo transcurrido desde la aparición de la escritura hasta nuestros días, pero más allá de este ortodoxo concepto de las ciencias sociales, también denominamos historia a nuestro pasado inmediato o a nuestro acontecer que al ser presente también es historia; a las narraciones de sucesos ordinarios o de ficción. Y es aquí, donde Rivera Garza sitúa su interés que identifica desde abajo: esa atención a la minucia, a lo periférico, a lo marginal. Privilegiarnos con el punto de vista de los que no han formado parte de los grandes escenarios nacionales. Seres sin rostro y sin cara. Lo que no entra en las narraciones y ¿ficciones? oficiales, lo que nos enseñan a dejar de lado.
A dieciséis años de haber llegado a la puerta del manicomio donde nunca estuvo pero que nos ha hecho transitar como lectores de Nadie me verá llorar, Cristina propuso a los asistentes a su taller, varios ejercicios en contra de la erudición. De la misma manera en que mostró los objetos tangibles que hubo detrás de su novela: el expediente clínico, cartas y fotografías de una interna del pasado siglo en el hospital para enfermos mentales La Castañeda, solicitó compartir los documentos históricos que llevarían a los participantes a un mano a mano con esa zona de arenas movedizas; a identificar ese punto Darntoniano de lo que no tiene sentido y llega a ser epifanía.
“Las novelas sobre documentos publicados, no son el tipo de libros que suele conmoverme -expone- sino el llamado de la palabra selvática... el encontrar algo que no sé que buscaba. Ese encuentro fortuito y por lo regular feliz.”
Entre las lecturas previas al taller que la autora sugirió a los participantes y que pueden conseguirse por encargo en las librerías locales, no sin antes armarse de paciencia, están: En una piel de león o, El paciente inglés de Michael Ondaatje; Ángeles del abismo de Enrique Serna; de Rosa Beltrán, La corte de los ilusos; y de Margaret Atwood, Alia´s Grace.
Durante la actividad se realizaron ejercicios y revisaron de manera crítica algunos textos generados ex profeso: Quien escriba novela, dijo, habrá de ser tolerante con la incertidumbre, porque el novelista escribe desde una zona penumbrosa. Escribir, dejó claro, es un proceso de a pie; de piel; humano; en el que evidentemente cada quien puede hacerle como quiera.
Luego de poner en práctica esa licencia para hacer uso de la libertad y la incertidumbre, que a más de un asistente incomodó, despedimos a Cristina. Mientras, seguimos la andanza, exponiendo nuestra corteza a la intemperie del desconcierto y explorando la posibilidad de las palabras y las realidades del tiempo.
Nada de novela como agencia de viaje, como paseo didáctico o ilustrativo por nuestras avenidas del ayer, si no más bien investigación pasada por el cedazo de las estructuras del lenguaje, un discurso en liga estrecha con los documentos del pasado que nos implique como lectores.
La historia para algunos es ese período de tiempo transcurrido desde la aparición de la escritura hasta nuestros días, pero más allá de este ortodoxo concepto de las ciencias sociales, también denominamos historia a nuestro pasado inmediato o a nuestro acontecer que al ser presente también es historia; a las narraciones de sucesos ordinarios o de ficción. Y es aquí, donde Rivera Garza sitúa su interés que identifica desde abajo: esa atención a la minucia, a lo periférico, a lo marginal. Privilegiarnos con el punto de vista de los que no han formado parte de los grandes escenarios nacionales. Seres sin rostro y sin cara. Lo que no entra en las narraciones y ¿ficciones? oficiales, lo que nos enseñan a dejar de lado.
A dieciséis años de haber llegado a la puerta del manicomio donde nunca estuvo pero que nos ha hecho transitar como lectores de Nadie me verá llorar, Cristina propuso a los asistentes a su taller, varios ejercicios en contra de la erudición. De la misma manera en que mostró los objetos tangibles que hubo detrás de su novela: el expediente clínico, cartas y fotografías de una interna del pasado siglo en el hospital para enfermos mentales La Castañeda, solicitó compartir los documentos históricos que llevarían a los participantes a un mano a mano con esa zona de arenas movedizas; a identificar ese punto Darntoniano de lo que no tiene sentido y llega a ser epifanía.
“Las novelas sobre documentos publicados, no son el tipo de libros que suele conmoverme -expone- sino el llamado de la palabra selvática... el encontrar algo que no sé que buscaba. Ese encuentro fortuito y por lo regular feliz.”
Entre las lecturas previas al taller que la autora sugirió a los participantes y que pueden conseguirse por encargo en las librerías locales, no sin antes armarse de paciencia, están: En una piel de león o, El paciente inglés de Michael Ondaatje; Ángeles del abismo de Enrique Serna; de Rosa Beltrán, La corte de los ilusos; y de Margaret Atwood, Alia´s Grace.
Durante la actividad se realizaron ejercicios y revisaron de manera crítica algunos textos generados ex profeso: Quien escriba novela, dijo, habrá de ser tolerante con la incertidumbre, porque el novelista escribe desde una zona penumbrosa. Escribir, dejó claro, es un proceso de a pie; de piel; humano; en el que evidentemente cada quien puede hacerle como quiera.
Luego de poner en práctica esa licencia para hacer uso de la libertad y la incertidumbre, que a más de un asistente incomodó, despedimos a Cristina. Mientras, seguimos la andanza, exponiendo nuestra corteza a la intemperie del desconcierto y explorando la posibilidad de las palabras y las realidades del tiempo.
Posdata a manera de ficha de autor: Cristina Rivera Garza, y ha sido por mucho tiempo criatura de colindancias: Matamoros/Brownsville, Tijuana/San Diego, Toluca/Cd. de México, historia/literatura, poesía/narrativa, realidad/ficción, sueño/vigilia, español/inglés, investigación/creación. Ha obtenido seis de los más prestigiados galardones literarios de nuestro país y el extranjero; considerada “una de las voces más importantes de la joven generación de autoras y autores mexicanos y latinoamericanos”.
Eva sin paraíso: columna en el Expresso, publicada lunews 13 de julio 2009.
Fotografía de Celeste Alba Iris
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