Les comparto conmovida y orgullosa este bello texto que escribió Arturo Castillo Alva acerca de mi trabajo. Agradezco su manera de mirarme, y la pública manera de compartirlo.
Celeste antes que el
mundo acabe
Por
Arturo Castillo Alva:
Para: Gracia y Clarissa
Cuando
pienso en Celeste hoy, mujer adentrando los cuarenta, y en Celeste, la muchacha
que conocí arañando los veinte en Tampico, de repente, no puedo establecer una
conexión. ¿Dónde estaba mientras aquellas jóvenes veinteañeras se volvían
mujeres adultas? Bueno, entre otras cosas, estaba convirtiéndome en viejo, supongo.
A
ver si me acuerdo: Celeste Alba Iris Rodríguez García -que tal es su nombre
completo-, entonces cursaba la carrera de Ciencias de la Comunicación en el
puerto y casi adolescente había sido colaboradora del periódico "El
Mundo", se acercaba al micrófono de un programa estudiantil de radio,
escribía poemas tímidos y tenía aspecto de niña mimada... No había ningún
indicio de lo que al paso de los años construiría en esa región un tanto
fantasmal que es, para mi, la literatura tamaulipeca.
En
el tiempo de la revista "Mar abierta", donde fue integrante del
consejo de redacción, publicó poemas en dos ocasiones distantes por años una de
otra, y en la segunda colaboración dio primeros apuntes de un estilo propio.
Pero, sobre todo, en el arranque de la última década del siglo veinte -cuando
el mundo, por fin, acabaría-, Celeste significó en nuestro entorno junto a un
par de jóvenes más, el afortunado inicio de una generación que nos sucedía a
quienes habíamos nacido alrededor de la mitad del siglo. Y pronto habría de confirmarlo
en 1994 con la aparición de su primer plaquette de poemas, "Cualquier día
de la semana".
(Esta
mañana ha estado en casa Jorge Antonio Maldonado Dávila; ese personaje que ha
sido responsable de varios sucesos afortunados para la cultura del lugar: Él
fue quién conoció a Celeste cuando era una muchachita -dijo hoy que en el
ensayo de una obra teatral-, se enteró de que escribía poemas, le sugirió
espacios en aquellos años en que eran más que escasos y me la presentó luego en
circunstancias que he olvidado).
Después
de ese luego fue que ella asistió a
un taller de literatura que impartí en la Universidad Autónoma de Tamaulipas,
estuvo en "Mar abierta", tuvimos larguísimas charlas en un café hoy
desaparecido y por teléfono; decidió, imagino, incorporarme a su vida como
amigo y yo la recibí con alegría y
desconcierto. (Es que no me gustan los amigos jóvenes).
Se
acababa el siglo (y también el mundo) cuando, contrariamente al vaticinio,
publicó su segundo cuaderno de poemas ("Costumbre de vivir"); pero por
aquellos años se casó, se fue a radicar a Cd. Victoria... También por esos años
que a la distancia parecen confusos, obtuvo apoyo del Fondo Nacional para la
Cultura y las Artes con el proyecto "Taller Infantil de Literatura"
donde coordinó diez talleres infantiles en cinco ciudades del estado. Me
sorprendió. No pude comentarle mi sorpresa porque, como ya dije, por ese tiempo
el mundo estaba terminando, caían paredes por doquier. Al año siguiente obtuvo
otra beca de la misma institución nacional -no con otra ocurrencia, como suele
suceder en nuestro medio- sino para dar continuidad a lo iniciado, ahora
capacitando coordinadores de talleres infantiles de literatura y, en otro
proyecto, preparó un libro para iluminar con poemas escritos por infantes. Todavía,
unos años más tarde, volvió a insistir en su idea con un nuevo estímulo que
aplicó en Cd. Victoria.
Conforme
avanzaba el nuevo siglo -sin que el mundo ¡maldito! se acabara-, obtuvo un
premio estatal de poesía, comenzó a ser invitada a encuentros de escritores, a
ser incluida en antologías diversas, tanto regionales como nacionales, se
inscribió en talleres y cursos, regresó al periodismo, inauguró un blog donde la impersonalidad le permitió
sentirse más a sus anchas. Pero, sin duda, lo que más llama mi atención es que
Celeste, sin descuidar la propia obra que había empezado a crecer, no haya
renunciado a la divulgación de la poesía entre los niños, a continuar impulsando
la poesía de los otros, el amor de todos por el poema. De la nada, se sacó su encuentro anual de
poetas "Los santos días de la poesía", con sólo imaginación y talento
organizativo, lo mantuvo en los días más terribles como su apuesta personal a
favor de una difícil esperanza. Este foro ha sido el espacio donde se han
encontrado dos y hasta tres generaciones de poetas tamaulipecos, muchos que ni
siquiera se conocían entre sí y, haciendo maroma y teatro, ha conseguido
producir las memorias de cada encuentro, incluyendo un bellísimo libro diseñado
por el maestro Miguel Ángel Camero. Encuentros, van cinco -tocando puertas, entre
negativas y alientos-, y ha sido tal la resonanciaque uno de ellos recibió el impulso
de CONACULTA. Esto de los apoyos que ha recibido a nivel estatal, regional y
nacional, no ha sido producto de la suerte o la simpatía (simpática, por
cierto, no resulta para muchos... Ay, mi querida Celeste), sino de su visión y,
claro, de los resultados obtenidos a base de exigencia, trabajo y honestidad. Por
eso fue nuevamente apoyada para visitar Cuba con su penúltima propuesta. Recorrió
la Isla -tan cara para muchos de mi generación- de punta a punta, y culminó reuniendo
la obra de mujeres poetas cubanas bajo el título "La isla de tus
ojos", que se puede leer en Internet. (...Y aunque haya tenido que hacer
malabarismos para que las fechas coincidieran con las vacaciones de sus hijas, aunque
haya tenido que llevarlas consigo, aunque su tarjeta de crédito llegara al
límite... se retrata muy sonriente en el Caribe con mujeres poetas de su
generación... Y los mezquinos la envidian, por supuesto).
Exitoso no es un adjetivo que le cuadre muy
bien a los que escriben -al menos, a los que escriben seriamente-. Celeste no es
eso, tiene coraje y es responsable con su oficio de escribir: tenía dieciséis y
quería ser poeta; sobrepasa los cuarenta y es poeta: y eso es mucho decir. Además,
con cada trabajo realizado a lo largo de estos años -mientras el mundo se
acababa o no-, creció en credibilidad y confianza. Ahora, en 2014, y nuevamente
con el aval del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, nacerá
"Verbigracia. Poetas Tamaulipecos. Antología Digital"; será un
trabajo largo que incluirá siete poetas nacidos entre 1945 y los sesenta y que
pretende ir más allá de la sola poesía de cada cual para iluminar su entorno
dejando testimonio, cuando sea posible, incluso de su voz.
¿Por
qué hace todo esto? Quién sabe. Ella se enmaraña, se revuelve en los laberintos
de las absurdas exigencias burocráticas y se desespera, malhumora, pero no
pierde el entusiasmo, segura, como está, de que la poesía sirve para algo. Esta
ha sido la nítida convicción de Celeste Alba Iris en los últimos veinte años.
Para mi, como parte de una generación que le antecede en la escritura, es una
suerte que ella exista; que desde la orilla de un país como el nuestro y en
estos tiempos, se afane en rescatar lo rescatable nomás por su fe en las
palabras, en la certeza de que tales palabras alguna importancia tendrán en el
futuro. Esto, aunque el mundo vuelva a acabarse otra vez, caigan paredes con
estrépito y nubes de polvo se levanten.