lunes, 17 de marzo de 2014

Antes que el mundo acabe


Les comparto conmovida y orgullosa este bello texto que escribió Arturo Castillo Alva acerca de mi trabajo. Agradezco su manera de mirarme, y la pública manera de compartirlo.



Celeste antes que el mundo acabe
Por Arturo Castillo Alva:
Para: Gracia y Clarissa

Cuando pienso en Celeste hoy, mujer adentrando los cuarenta, y en Celeste, la muchacha que conocí arañando los veinte en Tampico, de repente, no puedo establecer una conexión. ¿Dónde estaba mientras aquellas jóvenes veinteañeras se volvían mujeres adultas? Bueno, entre otras cosas, estaba convirtiéndome en viejo, supongo.
A ver si me acuerdo: Celeste Alba Iris Rodríguez García -que tal es su nombre completo-, entonces cursaba la carrera de Ciencias de la Comunicación en el puerto y casi adolescente había sido colaboradora del periódico "El Mundo", se acercaba al micrófono de un programa estudiantil de radio, escribía poemas tímidos y tenía aspecto de niña mimada... No había ningún indicio de lo que al paso de los años construiría en esa región un tanto fantasmal que es, para mi, la literatura tamaulipeca.
En el tiempo de la revista "Mar abierta", donde fue integrante del consejo de redacción, publicó poemas en dos ocasiones distantes por años una de otra, y en la segunda colaboración dio primeros apuntes de un estilo propio. Pero, sobre todo, en el arranque de la última década del siglo veinte -cuando el mundo, por fin, acabaría-, Celeste significó en nuestro entorno junto a un par de jóvenes más, el afortunado inicio de una generación que nos sucedía a quienes habíamos nacido alrededor de la mitad del siglo. Y pronto habría de confirmarlo en 1994 con la aparición de su primer plaquette de poemas, "Cualquier día de la semana".
(Esta mañana ha estado en casa Jorge Antonio Maldonado Dávila; ese personaje que ha sido responsable de varios sucesos afortunados para la cultura del lugar: Él fue quién conoció a Celeste cuando era una muchachita -dijo hoy que en el ensayo de una obra teatral-, se enteró de que escribía poemas, le sugirió espacios en aquellos años en que eran más que escasos y me la presentó luego en circunstancias que he olvidado).
Después de ese luego fue que ella asistió a un taller de literatura que impartí en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, estuvo en "Mar abierta", tuvimos larguísimas charlas en un café hoy desaparecido y por teléfono; decidió, imagino, incorporarme a su vida como amigo y yo la recibí con alegría  y desconcierto. (Es que no me gustan los amigos jóvenes).
Se acababa el siglo (y también el mundo) cuando, contrariamente al vaticinio, publicó su segundo cuaderno de poemas ("Costumbre de vivir"); pero por aquellos años se casó, se fue a radicar a Cd. Victoria... También por esos años que a la distancia parecen confusos, obtuvo apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes con el proyecto "Taller Infantil de Literatura" donde coordinó diez talleres infantiles en cinco ciudades del estado. Me sorprendió. No pude comentarle mi sorpresa porque, como ya dije, por ese tiempo el mundo estaba terminando, caían paredes por doquier. Al año siguiente obtuvo otra beca de la misma institución nacional -no con otra ocurrencia, como suele suceder en nuestro medio- sino para dar continuidad a lo iniciado, ahora capacitando coordinadores de talleres infantiles de literatura y, en otro proyecto, preparó un libro para iluminar con poemas escritos por infantes. Todavía, unos años más tarde, volvió a insistir en su idea con un nuevo estímulo que aplicó en Cd. Victoria.
Conforme avanzaba el nuevo siglo -sin que el mundo ¡maldito! se acabara-, obtuvo un premio estatal de poesía, comenzó a ser invitada a encuentros de escritores, a ser incluida en antologías diversas, tanto regionales como nacionales, se inscribió en talleres y cursos, regresó al periodismo, inauguró un blog donde la impersonalidad le permitió sentirse más a sus anchas. Pero, sin duda, lo que más llama mi atención es que Celeste, sin descuidar la propia obra que había empezado a crecer, no haya renunciado a la divulgación de la poesía entre los niños, a continuar impulsando la poesía de los otros, el amor de todos por el poema.  De la nada, se sacó su encuentro anual de poetas "Los santos días de la poesía", con sólo imaginación y talento organizativo, lo mantuvo en los días más terribles como su apuesta personal a favor de una difícil esperanza. Este foro ha sido el espacio donde se han encontrado dos y hasta tres generaciones de poetas tamaulipecos, muchos que ni siquiera se conocían entre sí y, haciendo maroma y teatro, ha conseguido producir las memorias de cada encuentro, incluyendo un bellísimo libro diseñado por el maestro Miguel Ángel Camero. Encuentros, van cinco -tocando puertas, entre negativas y alientos-, y ha sido tal la resonanciaque uno de ellos recibió el impulso de CONACULTA. Esto de los apoyos que ha recibido a nivel estatal, regional y nacional, no ha sido producto de la suerte o la simpatía (simpática, por cierto, no resulta para muchos... Ay, mi querida Celeste), sino de su visión y, claro, de los resultados obtenidos a base de exigencia, trabajo y honestidad. Por eso fue nuevamente apoyada para visitar Cuba con su penúltima propuesta. Recorrió la Isla -tan cara para muchos de mi generación- de punta a punta, y culminó reuniendo la obra de mujeres poetas cubanas bajo el título "La isla de tus ojos", que se puede leer en Internet. (...Y aunque haya tenido que hacer malabarismos para que las fechas coincidieran con las vacaciones de sus hijas, aunque haya tenido que llevarlas consigo, aunque su tarjeta de crédito llegara al límite... se retrata muy sonriente en el Caribe con mujeres poetas de su generación... Y los mezquinos la envidian, por supuesto).
Exitoso no es un adjetivo que le cuadre muy bien a los que escriben -al menos, a los que escriben seriamente-. Celeste no es eso, tiene coraje y es responsable con su oficio de escribir: tenía dieciséis y quería ser poeta; sobrepasa los cuarenta y es poeta: y eso es mucho decir. Además, con cada trabajo realizado a lo largo de estos años -mientras el mundo se acababa o no-, creció en credibilidad y confianza. Ahora, en 2014, y nuevamente con el aval del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, nacerá "Verbigracia. Poetas Tamaulipecos. Antología Digital"; será un trabajo largo que incluirá siete poetas nacidos entre 1945 y los sesenta y que pretende ir más allá de la sola poesía de cada cual para iluminar su entorno dejando testimonio, cuando sea posible, incluso de su voz.

¿Por qué hace todo esto? Quién sabe. Ella se enmaraña, se revuelve en los laberintos de las absurdas exigencias burocráticas y se desespera, malhumora, pero no pierde el entusiasmo, segura, como está, de que la poesía sirve para algo. Esta ha sido la nítida convicción de Celeste Alba Iris en los últimos veinte años. Para mi, como parte de una generación que le antecede en la escritura, es una suerte que ella exista; que desde la orilla de un país como el nuestro y en estos tiempos, se afane en rescatar lo rescatable nomás por su fe en las palabras, en la certeza de que tales palabras alguna importancia tendrán en el futuro. Esto, aunque el mundo vuelva a acabarse otra vez, caigan paredes con estrépito y nubes de polvo se levanten.