miércoles, 24 de noviembre de 2010

XVII Encuentro Internacional de Editores Independientes

SÁBADO 20 de noviembre
Museo Casa Léon Trotsky
Coyoacán, México.
19:00hrs.

“Memorias de Los Santos Días de la Poesía”

Celeste Alba Iris de Los Santos Días de la Poesía
(Ciudad Victoria, Tamaulipas)


http://editamexico.wordpress.com/programa/

domingo, 14 de noviembre de 2010

Conmorir en su legado


En muchos sentidos este 2010 ha sido un año luctuoso. La muerte trae filo en la guadaña y ha estado muy afanada en su labor.
Ahora mientras escribo, hay un altar en casa. Las flamas de las veladoras iluminan los rostros en las fotografías de mis muertos consanguíneos.
Ahora mientras escribo, hacen el camino de vuelta a la memoria, esos otros también cercanos. Quienes dejaron su vida terrenal pero con sus obras construyeron un legado para todos.

El pasado 25 de octubre, Isabel Ridaura Sanz, académica y promotora cultural nacida en el puerto de Tampico hace sesenta y siete años, soltó las amarras y fue a navegar otras profundidades.
Isabel, heredera del compromiso y entrega de sus padres: Vicente Ridaura y la Dra. Cecilia Sanz, fue activista en la zona sur del estado. Amiga de artistas, intelectuales y locos visionarios con los que ayudó a mover la rueda del quehacer humanístico y social desde una de las esquinas fuertes de Tamaulipas...
El 28 de agosto, mientras atravesaba la Macroplaza en Monterrey, recibí una llamada: Chava a sus cincuenta y cinco recibiría un homenaje póstumo, al cual debido a la distancia, yo no podría asistir de cuerpo presente. Salvador Díaz Urbina, falleció en Victoria, la ciudad que lo adoptó años atrás cuando llegó con el nombre de Salvador Regazzoni, su pantomima y otras técnicas de actuación a nuestros foros artísticos.
Se quedó a hacer sonrisas, aplausos, enseñanzas y familia. Delineó el perfil del personaje: Chava Cuentacuentos, con el que recorrió la geografía tamaulipeca visitando escuelas, plazas, otros escenarios al aire libre, teatros, festivales y hasta las ondas sonoras de la radio estatal...
También con el verano en pleno, Carlos Gonzáles Salas, cronista vitalicio de Tampico, partió el 20 de julio dejando lo azul a los ochenta y ocho de edad. Lo ataviaron para la despedida con su traje de Doctor en Cánones de la Iglesia Católica y su birrete Honoris Causa otorgado por el Instituto de Estudios Superiores de Tamaulipas.
Su fecunda obra de creación suma más de ochenta volúmenes que van desde los temas filosóficos, históricos, sociológicos y literarios. Hombre de fe e ideales, más allá de los libros emprendió muchas otras causas que transformaron el desarrollo en la región…
Pedro Banda Salazar, pintor nacido en “el 18 Guerrero, número 202” en la capital del estado, murió a los setenta y nueve el pasado 16 de marzo en la Ciudad de México.
Banda, encontró los colores de la pobreza, los matizó en tonos vibrantes y pinceladas expresionistas. El argumento de su obra se mantuvo en el campo y la gente de lucha. Una mirada crítica que hizo de su captura en el lienzo otras formas de protesta…
Estos cuatro personajes son miembros vitales de Tamaulipas, la luz de sus días se manifiesta con todo el vigor mientras convivimos y conmorimos en su legado.
Descansen en paz.
Eva sin paraíso: columna publicada en el Expreso de Cd. Victoria y La Razón de Tampico
Imagen tomada de la red

viernes, 5 de noviembre de 2010

El perfil mellizo de la muerte

Iniciará noviembre y es tradición recibir a nuestros difuntos, dejar la puerta abierta de la memoria para que la vida y sus pendientes habituales no los mantengan lejanos.
A lo largo de la historia del hombre, el fenómeno de la muerte ha generado en el ser humano una serie de creencias en la búsqueda de entender, aceptar, burlar o venerar
ese fin, tránsito o principio, momento singular que a veces sorprende, se espera o se desea.
Fronteras hay que nunca se cruzan, como la línea que traza el camino al cementerio. Saber que seremos un cadáver, alguien que ya no. Un recuerdo, lágrimas en el rostro de otro. La vuelta al polvo.
En México, caleidoscopio ritual y de manifestaciones artísticas, durante el penúltimo mes del año, los días uno y dos, con sus respectivas noches, se realizan procesiones, festivales, ofrendas, rezos, vigilias en honor a quienes han fallecido.
Las actividades suelen variar de acuerdo a la región pero esas muestras de duelo festivo, con sabor a dulce añoranza y aguardiente regocijo, preservan su carácter solemne y sátiro, circunspecto y alborozado, interior y social.
Las raíces de nuestra actual celebración del Día de Muertos se encuentran en esa mezcla enriquecida por los cultos prehispánicos nativos y las festividades católicas europeas. Esa manera de vivir la muerte nos identifica y distingue como pueblo. La UNESCO reconoció esta costumbre, desde el 7 de Noviembre de 2003, en una ceremonia realizada en París, Francia, como una Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por considerarla “una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza”.
La conmemoración mexicana de Todos los Santos y Los Fieles difuntos busca el reencuentro con los ausentes y concilia el propio deceso, bajo la promesa de que a nuestra hora los alcanzaremos en el mas allá.
Pero mientras tanto y desde aquí, para compartir con las almas durante esos días están el hogar, el templo, el camposanto. Es de limpiar la tumba, resarcir la distancia, construir un camino de cal, tierra o pétalos, una llama ardiente, un arco de ramas y cempasúchil, presidir el altar con esa fotografía o retrato de quien honramos, sus objetos personales, alimentos y bebidas favoritas, encender el humo de copal o incienso, un rezo, suspiros, degustar el color de papel picado, las calaveras de azúcar, los huesos de pan y la cruz siempre al centro.
Un día acompañé a mi abuela con el grabador de tumbas, fue a supervisar su losa y la escultura que hoy acompaña sus restos. No tengas miedo de la única certeza, me dijo, busca darte el gusto de elegir la morada final.
Los epitafios que si me han hecho reír, son los ingeniosos versos que llamamos “Calaveras”, usanza popular que tampoco respeta edad, sexo ni posición económica o social.
“La flaca”, “la huesuda”, la “pelona”, “la catrina” es también personaje protagónico con todos o cualquiera de sus nombres a lo largo del territorio nacional durante estas fechas. La imagen sin tinte macabro de “La Calavera Garbancera” creada por el artista plástico José Guadalupe Posadas, se ha convertido en icono, muestra de nuestro folclore a nivel internacional. Irónicamente ella nació para ser una representación burlesca de los vivos, de la clase social alta antes de la Revolución Mexicana. Ahora, esta compañera con su sonrisa perenne se pasea entre nosotros recordándonos las galas del aquí y ahora ante las inmediaciones de la muerte.
Queremos a esa calaca y las manifestaciones a manera de réquiem que nos dan identidad, y sin embargo este noviembre 2010 la celebración se asoma con una lobreguez insólita. El horno no está para bollos, dice mi padre. Tenemos tantas pérdidas que llorar: los perecidos en el ajuste de cuentas, en el deber cumplido, los que se fueron en el lugar o la hora equivocada. Los que iniciaron el fuego, los que quedaron en medio, los que replicaron el ataque. Todos eran nuestros y ya no están. El llanto se ha perpetuado en nuestro territorio, una ráfaga funeral victimó nuestro humor jocoso. No podemos reírnos como antes por que las boqueras de la angustia nos han reventado las comisuras, a la lengua escalfada no le sabe lo dulce.
Pero si mientras hay vida, hay esperanza, es necesario no dejar extinguir esa flama. Amparemos a nuestros deudos que dolientes somos todos. Tracemos el perfil mellizo de la muerte y hagamos juntos ese camino impostergable, de perdón, transformación, trascendencia y renacimiento, por nuestros muertos, por los que seguimos aquí.

Eva sin paraíso: columna publicado en el Expreso de Ciudad Victoria, La Razón de Tampico y el Expreso de Matamoros.
Fotografías tomadas por Gracia Olivares y Celeste Alba Iris: Panteón del Cero en Cd. Victoria, Tamaulipas. Tlaquepaque y Gudalajara, Jalisco.

El FIT: su telón cerrado

No sé a quién se le ocurrió invitar a Celso Piña al Festival Internacional Tamaulipas, no sé quién decidió que la función fuera sin costo. Pero celebro su buen juicio y determinación.
Cierto que la tocada hubiera estado mejor en una explana abierta, pero el escenario del teatro en el Centro Cultural le otorgó su justo valor artístico al músico regiomontano y a su público.
Hubo muchos asientos vacíos esa noche, y afuera muchos quienes se sintieron cohibidos de exigir su derecho a disfrutar la fiesta. Al llegar al acceso y no tener boleto, se perdieron la función. Yo tampoco traía pase, aclaro, aunque di tres vueltas a la taquilla a distintas horas del domingo, la ventanilla no se abrió. Ni una sola explicación para quienes deseábamos asistir.
Pero quizá como las mujeres y los niños siempre van primero, a esta Eva con sus crías no le negaron la entrada. Sin embargo, el ingreso no fue por el atrio, las puertas del frente siempre se mantuvieron cerradas. Igual que los chavos de la Moderna, la Modelo, la Bertha del Avellano y otras colonias, hicimos fila para entrar por un costado del inmueble luego de pasar por el detector de metales.
Adentro, las luces se mantuvieron apagadas hasta el inicio del concierto. Ninguna autoridad presidió la gala de cumbia, ni siquiera el Director del ITCA.
Si alguien creyó que el Embajador del Cerro de la Campana haría una exposición de su ritmo desde el centro del escenario y nos mostraría la evolución que ha tenido su híbrida propuesta musical, convertida ahora en un fenómeno de masas, objeto de culto, ícono que tiende puentes entre lo popular y lo extraordinario. Si alguien creyó eso, era por que desconocía a Celso como la leyenda del vallenato más mexicano, quien un día adoptó un acordeón y lo domesticó por puro instinto hasta convertirse en el rey que lo mismo toca en Palacio Nacional, musicaliza escenas de películas internacionales o va por los foros del mundo sin pose ni almidón, pero sobre todo, se mantiene como el rebelde que no interpreta una lista de canciones obligadas si no lo que el público pida para vibrar juntos.
Celso aguantó el Poder de su cumbia con formalidad en la apertura, pero sabía que el auditorio estaba inhibido por la alfombra, el telón de terciopelo, el espacio de los asientos, los demasiados guardias bien pertrechados por todos los pasillos y balcones. ¿Cómo se supone que voy a bajar con todos? preguntó… tuvieron que instalar en medio del espectáculo las escaleras… acción que fue celebrada con más de un grito machín que él mismo motivó.
Luego al mismo nivel que sus admiradores, movió el acordeón, los muchachos se sintieron libres y corrieron por los pasillos, rodearon al interprete bajo el escenario y no dejaron de moverse, de gozar, de recordarnos a los simples espectantes de butaca que el arte es una expresión vital.
“El Amalia ha perdido la virginidad” me dijo excitado uno de los presentes. Sí. El Amalia es más teatro a partir de esa noche y el festival cultural más de todos los tamaulipecos.
Un día después en el mismo recinto, los mariachis callaron. Fernando de la Mora cerró con su Canto a la concordia, el telón del decimosegundo Festival Internacional Tamaulipas desde la capital. Por cierto, la emoción era tanta que olvidó en más de una ocasión la letra de los mexicanísimos temas de nuestro país y le compuso sobre la marcha. El presidente del corazón de Tamaulipas no pudo disimular sus bostezos. ¡El evento duró más de dos horas y sin intermedio!

El tenor lució el don de su educada voz, su espléndida sonrisa, y tres cambios de vestuario. Se hizo acompañar de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Mariachi Gama Mil, el pianista Gonzalo Romeu y su Quinteto.
Aunque cantó dos veces El mil amores, habría quedado mejor con los victorenses que lo hemos recibido en otras ocasiones en el Centro Cultural, si hubiera entonado la composición de Tomás Guillén Ríos que dice: “…Victoria se llama tierra de huapango, donde no hay alarde de ser valentón, si buscan encuentran...” pero nos dejó con las ganas. Será en la próxima.
A partir de aquí confiamos, Ingeniero Egidio, en que ayude a consolidar esta tradición que nos hace crecer y dignifica “…y siga el fandango, así somos todos, puro corazón.”


Eva sin paraíso: columna publicada en el Expreso de Cd. Victoria
Imágenes tomadas de Internet